22nd December 2015 Havana, Cuba
En Cuba, cambios a paso caribeño
Díganle a alguien que usted ha visitado Cuba recientemente y tendrá casi siempre la misma respuesta: “ Me gustaría ir antes de que todo cambie”.
La sabiduría convencional ha existido por años por igual entre los adictos a los viajes y los aficionados ocasionales a la política exterior, sobre el hecho de que la McDonaldsización de la isla comunista es inminente. Podrían oirlo repetidamente entre los mochileros que saltan de hostal en hostal en América Central desde hace 12 años. Los compromisos del “Día 17,” el 17 de diciembre de 2014 de los Presidentes Obama y Castro para mejorar las relaciones entre Estados Unidos y Cuba, han intensificado la expectativa – preocupación, para algunos – de que Cuba pronto volverá a su identidad de antes de 1959: como una extensión cultural y económica de la península de Florida.
Sobre la base de la reciente visita que hicimos a La Habana, no estaríamos de acuerdo instintivamente.
En nuestros roles como Cónsul General Británico en Miami y Agregado de Relaciones Exteriores de la Embajada Británica en Washington, hemos estado expuestos durante este año a un debate intenso y con frecuencia apasionado en los Estados Unidos, sobre el futuro de Cuba y el rol adecuado para la política exterior norteamericana. Fuimos a Cuba para probar los análisis y las suposiciones formuladas por ambos lados del debate. (si están leyendo este blog, probablemente estarán familiarizados con los parámetros de debate; no los repetiremos aquí). Posteriormente verificamos también el ánimo de la comunidad cubanoamericana en Miami.
¿Pero ustedes podrían preguntarse, en qué nos concierne a nosotros?
Bueno, por una parte, es nuestro trabajo comprender la política exterior norteamericana. El cambio en la política hacia Cuba es un estudio de caso para un mayor enfoque de la administración Obama hacia las relaciones internacionales.
En segundo lugar, el Reino Unido comparte muchos de los mismos objetivos de la política exterior de los Estados Unidos. Trabajamos con Cuba para promover el comercio y el crecimiento económico sostenible; cooperamos en el enfrentamiento al crimen transnacional y a las amenazas a la seguridad; y buscamos avances en los derechos humanos. Un cambio en las relaciones entre Cuba y su mayor vecino tendría un impacto directo en los objetivos de la política exterior del Reino Unido.
Y en tercer lugar, la forma de las relaciones Estados Unidos – Cuba tiene implicaciones regionales. Los profundos vínculos del Reino Unido con el Hemisferio Occidental son anteriores a la fundación de los Estados Unidos. Más recientemente, nuestra “Agenda Canning”, estrategia para reactivar las relaciones con América Latina, y el anuncio del Primer Ministro David Cameron en Jamaica sobre un renovado vínculo británico con el Caribe, le ha impregnado un nuevo enfoque y dinamismo a estas relaciones. La tensión entre Estados Unidos y Cuba ha afectado la diplomacia de esta región durante 50 años; una relación más saludable sería una bendición para los intereses del Reino Unido. Precisamente por esta razón, el 27 de octubre, el Reino Unido junto con otros 190 miembros de las Naciones Unidas, votaron nuevamente a favor de la simbólica resolución anual de la Asamblea General contra el embargo de Estados Unidos.
Pero regresemos a nuestra visita. Ahí estuvimos, preparados, dispuestos a arrancar y sudando ligeramente en la capital cubana cercana al mar. La Habana estaba llena de entusiasmo por la visita del Papa Francisco y activa con la expectativa del cambio. Con la ayuda y la guía de nuestros colegas de la Embajada Británica en La Habana nos adentramos en el escenario político, de negocios y de los activistas de la capital para ver lo que encontraríamos.
Conversamos con una amplia gama de personas de la sociedad cubana: el gobierno, el sector académico, la sociedad civil, las ONGs y el cuerpo diplomático. Hablamos de política: sobre si Castro intentaría reformas democráticas modestas, sobre lo que deseaba la nueva generación de líderes del Partido Comunista de Cuba (PCC) para el país. Sobre economía: sobre si las tribulaciones del actual patrón de Cuba, Venezuela, tendrían el mismo impacto que tuvo la desaparición de su predecesor, la Unión Soviética. Sobre cómo el relajamiento de las prohibiciones de Estados Unidos de comerciar e invertir en Cuba contrarrestarían esta situación y qué oportunidades y limitaciones enfrentarían los empresarios privados. También hablamos de diplomacia: sobre qué desearía el PCC por su acercamiento con Washington – y cuando, y sobre la base de qué términos.
Basta con decir que ecuchamos varias respuestas tanto dentro como incluso en diferentes partes de la sociedad. Pero para nosotros, la pregunta crucial parece ser esta:
¿Cómo espera manejar el Presidente Raúl Castro la transición de liderazgo en el 2018?
Un contacto de la sociedad civil, opuesto al embargo de Estados Unidos y tambien al “Día 17” argumentó que el Presidente Castro y los de mayor edad del PCC estaban nerviosos por la transición, y temían que las nacientes reformas pudieran ser socavadas. En caso de que su experimento no fuera exitoso, su credibilidad – y por tanto la credibilidad de sus sucesores sería cuestionada. Le seguirían la agitación política y cambios rápidos. La apertura diplomática de Washington (en su opinión, con poco ánimo de ayudar) mejoró la presión, otorgándole renovada legitimidad al gobierno y asegurando que la reforma tendría lugar bajo las condiciones de los Castros.
Otros, en el emergente sector privado no están de acuerdo. Se produjo un cambio radical sobre la marcha: la economía de Cuba se estaba restructurando con calma con el tácito consentimiento de tanto el actual como el futuro liderazgo del Partido, y continuaría produciéndose independientemente de la política. Y con el cambio económico, lento pero a paso seguro, vendría un mayor cambio en la sociedad. La apertura a los Estados Unidos ha catalizado este proceso.
Los funcionarios del gobierno expresaron no tener apuro. El compromiso de los Estados Unidos fue acogido. El embargo no. Cuba se movería a su propio paso relajado, y cedería poco. Después de todo, argumentaban, las tensiones bilaterales entre los dos gobiernos eran completamente causadas por Washington.
¿Entonces qué concluimos de todo esto? Dos cosas estaban claras. Una fue la inherente incertidumbre del futuro inmediato, Existen diversas fuerzas políticas, económicas, culturales e ideológicas jalando en múltiples direcciones, tanto dentro de Cuba como fuera de ella. Algunas coexisten dentro del PCC y del gobierno. Los líderes cubanos necesitarán tiempo para reconciliarse con estas fuerzas, incluso si las fuerzas evolucionan. Y muchas de los temas que originalmente dividen al país – qué modelos económicos, políticos y diplomáticos seguir; el tratamiento de los oponentes políticos; incluso las discordias personales y familiares – continúan. Cualquiera que trate de venderle su predicción particular del futuro de Cuba es ingenuo. El país es complejo y las mentes de sus líderes son impenetrables.
La otra, sin embargo, fue que el cambio es de alguna manera inevitable. Existen, de seguro, actores poderosos en ambos lados del Estrecho de la Florida que buscan mantener el status quo. Entre aquellos que desean el cambio, sus visiones de él – su alcance, forma y velocidad – difieren. Pero existe una corriente inconfundible que abarca todos los segmentos de la sociedad, tanto en Cuba como en la diáspora, presionando por algo nuevo. El mejoramiento de las relaciones Cuba – Estados Unidos – no solo entre gobiernos sino también entre los hombres de negocios, los periodistas y los activistas que viajan con regularidad entre La Habana y Miami – parece lo suficientemente irreversible como para que un cambio tenga más probablilidades de ocurrir, y sea más real. La antigua diferencia entre “gobierno-disidencia” está diluyéndose a medida que los funcionarios y los empresarios se reconocen cautelosamente unos a los otros, probando nuevas fronteras y tomando precauciones para el futuro. Están formando de manera colectiva un nuevo centro de gravedad, tanto dentro de Cuba y atravesando el Estrecho de la Florida. Ello deja cada vez más sin validez los criterios extremos de ambos lados en contraste con lo que la mayoría de los cubanos desean, y con lo que consideran que es cada vez más posible.
Este mes, con el aniversario de “D17”, se derramará mucha tinta proclamando el éxito o fracaso de esta política. Pero La Habana no fue construida en un solo día, y un cambio fundamental en la sociedad no ocurre en un año. El cambio está en camino – probablemente al paso característico del trópico.
Muy analítico e interesante artículo de Alex & David. Yo soy de los que digo, que me gustaría ir a Cuba cuando todo cambie. No sé a qué paso caribeño van los cambios en Cuba, si a paso de tortuga, de cocodrilo o de cangrejo. A mí me gustaría que fuera a paso de Conga Cubana, con su rítmica canción: “uno, dos y tres, que paso mas chévere”. Pero como concluye el análisis; los que tienen el poder en Cuba no tienen apuro y existe una incertidumbre sobre el futuro, aunque los cambios son inevitables. Entonces no queda más remedio que seguir esperando y empujando a esos “impenetrables lideres sin apuro” para acelerar los cambios, pero a paso de Conga Cubana.
Saludos desde Londres