Estoy muy agradecido a los becarios Chevening cubanos que continuan contribuyendo con este blog. Esta vez tengo el placer de invitar a la becaria Elena Nápoles, graduada de Comunicación Social en la Universidad de La Habana, a compartir sus impresiones sobre su reciente visita a Londres. Elena participó a principios de este mes en la conferencia “El Caribe en el 2030: una nueva forma de pensar para una nueva generación” en Wilton Park. Luego tuvo la posibilidad de visitar Londres, a donde no había vuelto desde su tiempo como becaria de Chevening, allá por el 2008. Gracias Elena!
Terminé mis estudios de maestría en Comunicación Política en la City University de Londres, hace siete años (2555 días). Semanas después de mi regreso a Cuba, las principales economías del mundo –incluida la británica- colapsaron en una de las crisis económicas más profundas del último siglo. Durante un tiempo traté de seguir las noticias sobre el Reino Unido desde la distancia, pero eventualmente perdí el hilo de los acontecimientos, al calor de los vaivenes de mi reencuentro con La Habana.
El pasado 3 de junio volví a Inglaterra, invitada por Wilton Park a una conferencia sobre el futuro del Caribe. Un inesperado cambio en mi itinerario de vuelo me regaló tres días en Londres. La ciudad me abrazaba con un día de verano -los primeros del año- y me obligaba amablemente a hacerme un plan.
Superé la inclinación natural de hacerle culto a la nostalgia. Ni horas enteras en la Biblioteca de mi universidad o la British Library, ni bocadillos en la cafetería de la Uni a la hora del almuerzo. Tampoco alcanzaría el tiempo para ver películas en Cineworld o comer kebabs en el puesto de los turcos de mi barrio.
En cambio decidí tomar el pulso de la ciudad, lo que consistió básicamente en a) caminar sin rumbo específico hasta toparme con nuevos edificios; b) constatar el ritmo del paso de la gente; c) escuchar discretamente sus conversaciones en el metro para descubrir tópicos emergentes; d) mirar sus rostros con el único propósito de detectar si son felices; e) hablar con los amigos que dejé entonces y permitirles seleccionar los hechos más importantes transcurridos en mi ausencia.
He aquí, en síntesis, algunos de mis hallazgos:
El precio del transporte público se elevó en estos años, como el de los alimentos y los servicios básicos.
Una parte de las personas continúa procesando el desenlace de las últimas elecciones. En ello ayudan los medios de comunicación, que ofrecen densas explicaciones sobre lo acontecido.
The Guardian y el Daily Mirror siguen disputándose lectores, con una estrategia digital cada vez más sofisticada y sistemática. No tuve la oportunidad de sintonizar BBC más que unos breves minutos durante el desayuno. (Me cuentan, sin embargo, que ya han quedado atrás aquellas noches con Jonathan Ross…)
El llamado proceso de “gentrificación” ha desplazado a numerosas familias hacia barrios más económicos, mientras sus casas, muchas veces remodeladas y más confortables, dan abrigo a personas con mejores trabajos y más capacidad de acceso a los bienes y servicios del barrio.
La antigua villa olímpica está aún en proceso de desmantelamiento. El Estadio de Atletismo, que no conocí, es dos niveles más bajo y ha sido comprado por algún potentado del futbol para darle abrigo a su equipo. Las residencias de los atletas serán en lo adelante los hogares de inquilinos sin ninguna afición al deporte, y así florecerá un nuevo barrio, lejos del centro de la ciudad, pero cuidadosamente conectado a él.
La ciudad sigue siendo tan hermosa y funcional como la recordaba. ¿O más?. El paisaje de la City cuenta ahora con joyas de la arquitectura moderna como el Shard, y los llamados Cheesegratter y Walkie Talkie. La vista alcanza a detectar, a lo lejos, diecisiete grúas dispuestas en diecisiete lugares distintos, lo que da cuenta de un movimiento constructivo solo posible en ciudades prósperas. No recuerdo bien las rutas de los autobuses o las calles que me llevan a mis sitios de destino, pero puedo orientarme todo el tiempo con los carteles en las calles y gracias a la amable ayuda de las personas.
El puente de Blackfriars es ahora una estación techada con paneles solares, donde las personas pueden esperar confortablemente en un andén a punto de derramarse sobre el río. Una nueva línea de tren –el Crossrail- se construye para hacer más eficiente el ya muy funcional transporte público. La estación de Canary Warf se inauguró hace unos días, y ya los curiosos pueden subir al jardín del techo, donde el cielo se confunde con las fachadas de los edificios.
La gente sigue amando el verano. Las mujeres se ponen coloridos vestidos floreados y van a los parques a disfrutar del sol, o entran a las tiendas a comprar varias libras esterlinas de ropa de verano, como si estos días de calor fueran a durar siempre.
Diferentes culturas continúan mezclándose productivamente en las aceras de las avenidas y el menú de los restaurantes. La diversidad, y el respeto a esa diferencia, sigue siendo un valor alimentado por las personas y las instituciones. Londres me parece la misma ciudad creativa, innovadora, que dejé hace unos años.
Tengo la seguridad de que muchas otras cosas cambiaron durante este tiempo, aunque yo no pueda verlas u oírlas. Esta pequeña visita a Londres tendrá que ser recordada como un reencuentro atropellado y efímero, como el que experimentan los protagonistas de antiguos amores tórridos cuando se intuyen y se tocan a la vuelta de los años.