En una semana en la que la agresión rusa a Europa oriental ha devuelto recuerdos de la Guerra Fría, parece apropiado escribir sobre Sir Winston Churchill, el gran estadista británico que acuñó el término de ‘Cortina de hierro’. El liderazgo inspirador, determinado y brillante de Churchill durante la Segunda Guerra Mundial es conocido por todos. Menos conocidos son sus vínculos con Cuba.
El sábado pasado, en un pueblo remoto en el centro de Cuba, la autora e historiadora Lourdes María Méndez Vargas contó la historia de la primera visita de Churchill a Cuba durante el lanzamiento de su libro ‘Arroyo Blanco, la ruta cubana de Churchill; un episodio de la guerra de 1895’. Arroyo Blanco, un pequeño pueblo en el oriente de la provincia de Sancti Spiritus, fue el destino en el que radicó Churchill cuando vino a observar la Guerra de Independencia de Cuba. Su llegada hasta allí fue, como pudiera esperarse teniendo en cuenta su localización, prolongada, y por rutas alternativas. La historia cuenta que Churchill, entonces un joven oficial del 4to regimiento de husares se aburría en Londres y decidió que necesitaba ver un poco de acción. La única guerra en aquel momento era la de Cuba por lo que una vez que obtuvo el permiso del gobierno español en Madrid, zarpó hacia la Habana, tomó un tren hacia Cienfuegos, un barco hacia Tunas de Zaza y luego otro tren hacia Sancti Spiritus donde se reunió con el ejército español bajo el mando del General Suárez Valdés. Salieron en expedición hacia Arroyo Blanco donde Churchill celebró su cumpleaños 21, el 30 de noviembre de 1895. Su regalo de cumpleaños fue estar bajo las balas por primera vez en su vida cuando las tropas españolas con las que estaba, se enfrentaban a las fuerzas cubanas dirigidas por Máximo Gómez y Antonio Maceo. Churchill solo estuvo unas pocas semanas en Cuba en su primera visita y se marchó de la Habana el 14 de diciembre de 1895.
En el Arroyo Blanco de hoy hay poco que decir de la visita de Churchill y necesitará del libro de Lourdes para que lo guíe hacia allí. La casa del cura de la parroquia que aparentemente Churchill visitó es ahora el museo del pueblo. En el centro del museo hay una mesa antigua en la, que según la leyenda del pueblo, Churchill se sentó una vez. Una puerta igualmente antigua todavía es usada en uno de los edificios coloniales; los huecos por los que las personas solían disparar sus armas mientras se escondían en el interior de las edificaciones fueron rellenados pero aún son visibles. Y todavía se puede ver el camino entre las lomas que Churchill tomó junto con la columna española a medida que se encaminaban hacia la guerra. Más lejos, la estación de trenes de Tunas de Zaza se encuentra aparentemente igual a como estaba cuando Churchill llegó allí. Y el campo en el que el combate tuvo lugar no ha cambiado mucho.
La segunda visita de Churchill a Cuba fue luego de la Segunda Guerra Mundial cuando ya no era Primer Ministro y atravesó el Atlántico respondiendo a la invitación del Presidente norteamericano Truman. En la Habana, se alojó en el famoso Hotel Nacional que aún tiene el Bar Churchill, llamado así en su honor. Luego de una breve estancia, viajó hacia el norte y unas pocas semanas después pronunció su famoso discurso de la ‘cortina de hierro’ en Fulton, Missouri, el estado del Presidente Truman. Me pregunto si escribió sus palabras de apertura mientras degustaba un buen rón cubano en el pequeño bar que hoy lleva su nombre. Y sospecho que , en la semana en que la Federación Rusa ilegalmente anexó a Crimea, mucho de lo que Churchill dijo en Fulton aún resonará entre los ciudadanos de la Ucrania de hoy.